Reflexiones de cardenal Pedro Barreto Jimeno, S.J. arzobispo de Huancayo, vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), presidente de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) y coordinador general de Resucita Perú Ahora (RPA), respecto a la coyuntura político-social y el desafío que nos corresponde como pueblo de Dios.
Ante los acontecimientos sociales y políticos con graves signos de violencia que estamos viviendo la propuesta de RPA tiene mayor vigencia. Lo digo por mi propia experiencia personal.
El panorama angustiante y desolador en todo el país nos impulsa a promover con mayor fuerza y decisión la fraternidad y amistad social mediante el diálogo y la acción para realizar el bien común. Y esto lo venimos haciendo desde el inicio de RPA el 20 de agosto del 2020.
La motivación inicial de RPA fue la dolorosa e inédita experiencia de la pandemia del Covid-19 que ha dejado más de 200,000 muertos en nuestra Patria. La angustia por la falta de camas UCI, de oxígeno, el enclaustramiento que ahondó más la angustia de todos nosotros. La pandemia del Covid-19 no tomó en cuenta las fronteras, ni los muros que nos separaban. Este enemigo microscópico paralizó a la humanidad. Así experimentamos la fragilidad de nuestras vidas. Si algo estamos aprendiendo de este tiempo, es que nos necesitamos unos de otros.
Aprendimos, además, que la única salida es conjugar voluntades de todos los actores sociales para luchar juntos frente a esta pandemia sanitaria y de otras pandemias sociales que están presentes en nuestro país: graves signos de corrupción con el crecimiento de la inequidad social, la polarización política, el enfrentamiento de los poderes del Estado.
Aún no acabamos de salir de la pandemia del Covid-19 y en enero pasado se desató la guerra con el ataque de Rusia a Ucrania. Una vez más, se evidencia el fracaso de una humanidad que recurre a la fuerza de las armas para enfrentar a las personas y conducirlas a una situación inhumana de destrucción y muerte. Millones de personas se han visto obligados a migrar a otros países.
Si en la pandemia del Covid-19 se evidenció que todos estamos conectados, la guerra también ha afectado al mundo por el alza del costo del petróleo que ha producido en el incremento de los precios de los alimentos, del combustible y de insumos para la agricultura. Por ejemplo: un saco de úrea costaba 35 soles ahora cuesta 240 soles…
En este contexto pude experimentar otras pandemias sociales al ver de cerca rostros de campesinos y transportistas cuando venía de Jauja a Huancayo el sábado pasado. Manifestaban la cruda realidad que vivían. Una realidad de pobreza en aumento y generalizada dio pie para realizar una serie de manifestaciones organizadas por los transportistas y agricultores, a las que se sumó la población afectada por incremento de los precios de los artículos de primera necesidad.
Ante estos hechos se evidenciaron los problemas más acuciantes del Perú y la respuesta de RPA como una oferta de vida y esperanza para la generación presente y futura. El Perú no puede esperar más. El proceso de transformación de la sociedad peruana debe afrontar los desafíos que se nos presentan y responder a ellos de manera conjunta porque las propuestas más eficaces en tiempos de crisis tienen que ser consensuadas y articuladas para una acción pronta y eficaz. Porque RPA, aun cuando superemos definitivamente esta pandemia, seguirá luchando frente a “otras pandemias sociales” como las que estamos viviendo ahora.
Muchos pueden pensar que se propone un sueño irreal y utópico. Sin embargo, este sueño de fraternidad humana está en la esencia del Evangelio y en el pensamiento social de la Iglesia. Queremos caminar juntos, incluyendo a todos, escuchando los clamores y urgencias de las personas, especialmente de los excluidos y descartables de la sociedad; cuidar la vida, cuidarnos entre nosotros y proteger nuestra casa común.
Las sombras de una sociedad peruana cerrada
En el Perú experimentamos un desánimo generalizado. Crece la desconfianza en las personas e instituciones. Una actitud destructiva del tejido social que se ha deteriorado aún más en estos días son las formas de eliminar o ignorar a otros con insultos, ofensas y violencia que nos hicieron enemigos irreconciliables. Se hizo patente que los peruanos somos personas desconfiadas porque hemos sido sometidos históricamente por los discursos aplaudidos y promesas incumplidas. Hemos experimentado lo que nos dice el Papa Francisco: “la política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación” (FT 15).
Estamos enfrentados unos contra otros. Esta es nuestra dura realidad que nos paraliza y desconcierta. Nos distanciamos entre nosotros. Somos insensibles ante el sufrimiento y el despojo de la dignidad de muchas personas. De esta forma se diluye el sueño de un Perú unido y fraterno.
Sueños que se desvanecen
La pandemia nos sorprendió porque “durante décadas parecía que el mundo había aprendido de tantas guerras y fracasos y se dirigía lentamente hacia diversas formas de integración” (FT 10).
Después de dos décadas de violencia política en el Perú con miles de muertos y heridos, pensábamos avanzar hacia un crecimiento económico con justicia y de una política que busque el bien común. Sin embargo, toda la ilusión se desdibujó y entramos a una crisis integral de la sociedad peruana con las sombras del enfrentamiento que destruyen a las personas e instituciones causando desánimo y la desconfianza mutua.
Para los que estamos viviendo el proceso de RPA puedo decirles que me está “resucitando” y me hace soñar juntos con ustedes por la rehabilitación de la política, la economía, las finanzas orientadas al bien común. Esta es nuestra esperanza porque ella nos hace ser audaces, para “mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirnos a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. Caminemos en esperanza (FT 55)
El diálogo social
En RPA practicamos un diálogo respetuoso, sincero, tolerante y decidido a actuar articuladamente. Este diálogo social es “acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo “dialogar”. Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar. No hace falta decir para qué sirve el diálogo. Me basta pensar qué sería el mundo sin ese diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y a comunidades (FT 198).
Estamos llamados, por tanto, a mantener viva la esperanza. La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. Caminemos en esperanza”. (FT 55)
Cardenal Pedro Barreto Jimeno, S.J.
Arzobispo de Huancayo
9 de abril de 2022
Se han perdido totalmente los VALORES, el RESPETO a los Padres, ahora se ven tantas cosas dentro del núcleo familiar…entonces que podemos esperar de la SOCIEDAD, si está llena de tanta basura en los medios de comunicación,,tecnología etc, etc